INGREDIENTES:
2 langostas de 800 gr cada una
2 cebolletas
1 vaso de vino blanco seco
harina
1/2 litro de leche
1 taza de nata líquida
4 cucharadas de cava
pan rallado
pimienta
sal
PREPARACIÓN:
- Si las langostas están ya cocidas, pasar al paso 2. Si son vivas, hay que cocerlas. Preparar una cazuela grande con agua y sal y ponerla a calentar. Mientras, atar las langostas e introducirlas en el agua cuando empiece a hervir. Mantener 15 minutos desde que el agua comienza otra vez a hervir.
- Pelar las cebolletas y picarlas. Ponerlas en otra cazuela con el vino blanco y salpimentar. Cocer a fuego fuerte hasta que casi se evapore.
- Poner la mantequilla en un cazo y calentarla, agregar la harina, removiendo y verter la leche. Salpimentar y cocer hasta que la salsa espese.
- Agregar la nata líquida y las cebolletas. Mezclar todo y pasar la salsa por un chino para aligerarla.
- Cocidas las langostas, se parten en dos, a lo largo, y se les quita la carne de cola y patas. Reservar los caparazones vacíos.
- Trocear la carne resultante y saltearla en una sartén, a fuego suave, con un poco de mantequilla. Regar con el cava y flambear. Cuando se apague, verter la salsa y cocer hasta que esté caliente.
- Precalentar el horno a temperatura máxima. Mientras, forrar una bandeja de horno con papel de aluminio y poner los caparazones de langosta vacíos, y rellenarlos con la mezcla anterior. Espolvorear con pan rallado y esparcir la mantequilla en trocitos.
- Introducir en el horno y cocinar hasta que el pan rallado se tueste ligeramente.
- Servir caliente.
SUGERENCIAS:
- Podéis sustituir la mantequilla por aceite de oliva, excepto en la realización de la salsa.
- Al flambear, retirar la sartén del fuego, por si la campana extractora la tenéis muy cerca.
BUENO ES SABER:
Al revés de lo que se podría suponer, las langostas de mayor tamaño no son las de mejor calidad. Si bien es cierto que se pueden encontrar ejemplares de hasta 6 y 8 kg., las más sabrosas son las de entre 800 gr. y 1,500 kg., pues cuando envejecen, su caparazón se desarrolla más que su carne, y ésta, a su vez, se torna más dura.
¡QUÉ APROVECHE!
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