El vino blanco es un agradecido acompañante de primeros platos y de segundos con sabores no muy fuertes, eso sí, siempre servido muy frío y en una copa de capacidad media, y del que podemos distinguir cuatro tipos:
- Jóvenes y secos. Con poco azúcar en su composición, combinan perfectamente con mariscos y ensaladas o con pescados blancos (lenguado, emperador...).
- Jóvenes abocados. Algo más azucarados que los anteriores, van bien con platos de sabor fuerte, ahumados o muy salados (sardinas, huevos, carne ahumada, rape...).
- De crianza secos. Con un proceso de envejecimiento de al menos dos años, lo que los hace robustos, con cuerpo y potentes, Combinan con sabores fuertes como un salmonete, una carne con salsa o con platos que mezclen sabores diferentes.
- De crianza abocados. Vino idóneo para la hora del queso fuerte, o servido con un buen gazpacho.
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