De todos es sabido la importancia que tiene el agua en el organismo, por ejemplo, para evitar la sensación de debilidad, ya que la deshidratación puede producir fatiga. Aunque se suele recomendar tomar de 1,5 a 2 litros de agua por día, los médicos nunca se ponen de acuerdo. Lo que sí está claro es que hay que beber siempre que se tenga sed y si lo hacemos antes de tener esa necesidad, mucho mejor. Hay temporadas en que no nos apetece tanto beber, como cuando estamos en invierno, pero es igual de importante aportar a nuestro organismo esa cantidad aunque no tengamos la percepción de necesitarla. Y sobre todo a ciertas edades, que parece que no se tiene sed casi nunca, como en la infancia y en la tercera edad. Eso sí, hay que beber a lo largo del día, pues tampoco nos vale beber de una vez la cantidad que precisa el cuerpo ya que no es bueno para los riñones.
Siempre hay que tener cuidado si no la tomamos embotellada, porque no siempre sabremos qué calidad tiene y podremos terminar con una gastroenteritis. Y si la consumimos envasada, hay que leer la etiqueta de su composición. No todas las aguas minero-medicinales son aptas para todas las personas, ya que pueden tener algún componente que sea incompatible con alguna dolencia que tengamos.
En España, nos podemos encontrar con varios tipos al consumirla:
- Aguas minero-medicinales.De origen subterráneo y buena calidad. Poseen propiedades medicamentosas reconocidas. Son las más caras, con frecuencia envasadas en cristal. En el envase se indican sus propiedades y/o contraindicaciones.
- Aguas minerales naturales. Tienen una acción favorable complementaria en las funciones fisiológicas, sin llegar a tener propiedades terapçeuticas. No llevan ningún tipo de tratamiento y se garantiza su pureza original.
- Aguas de manantial. Cumplen todas las especificaciones de calidad que la ley establece, pero sin acción específica en el organismo. Por supuesto, proceden de manantiales y sólo llevan tratamiento de separación de elementos inestables.
- Aguas potables preparadas. Son las aguas de las redes de distribución pública (grifos domésticos o fuentes públicas), con tratamiento físico-químico autorizado para su potabilización. suelen proceder de manantial.
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