Durante toda la primavera podemos encontrar en el mercado toda clase de espárragos. Poco nutritivos y energéticos. De fácil digestión y bien tolerados por estómagos delicados e ideales para dietas de adelgazamiento.
Existen diversas variedades:
- blancos. Cultivados enteramente bajo tierra al abrigo, por lo que la ausencia de luz hace que sean de ese color blanco nacarado.
- Violetas. Cosechados poco tiempo después que la punta asome por la tierra. Esta breve exposición solar les proporcionará sus reflejos malvas.
- Verdes. Brotan al aire libre, con la característica de que no necesitan pelarse y tienen un gusto muy fuerte.
- Salvajes. Espárragos muy finitos, muy aromáticos y ligeramente amargos. No son muy comunes en los supermercados.
Para conservarlos, hay que tener en cuenta varios aspectos:
- Por su fragilidad, a la hora de la compra, hemos de transportarlos cuidadosamente para que las puntas no se rompan.
- Si no se consumen enseguida, envolverlos en papel absorbente o en un paño y guardarlos en el compartimento de las verduras del frigorífico, unas 48 horas como máximo.
Y para cocinarlos, hay varias preparaciones. En tortilla, guisos, cocidos en ensaladas o guarniciones...
Para hervirlos, introducirlos en agua y sal y una rodaja de limón durante 20-25 minutos, verificando su cocción con la punta de un cuchillo, que ha de hundirse fácilmente en la carne del espárrago. No han de quedar blando y flácidos, sino un punto duros, de manera que no se doblen al sujetarlos con los dedos.
Una vez cocidos, se escurren, procurando no romperlos y se extienden sobre un paño seco para que absorban el líquido restante.
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